NINGUNA PREOCUPACIÓN

Era una mañana fría, recuerdo ese pasillo largo, con pisos brillantes, pero a la vez fríos, miraba el reloj y parecía que el tiempo no avanzaba, enfermeras y doctores pasaban por mi frente, sus rostros no reflejaban esperanza solo expresaban a través de una mirada extraviada el cansancio de su jornada, allí estaba yo, esperando.. esperando que mi esposa se encontrará bien, que su procedimiento acabara rápido y que pudiera tener noticias. Muchas cosas cruzaban por mi mente, si el cáncer avanzó.. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo podía seguir adelante sin ella? ¿Cómo les contaría a mis hijos lo que estaba pasando? La preocupación quería inundar mi corazón, la ansiedad aumentaba, sentía que no podía; pero algo pasó. Dios apareció, no como lo esperaba, pero apareció a través de un pensamiento, que era como un silbo apacible para mi corazón, que me decía “Yo traeré sanidad y medicina y los curaré”. Era el Señor recordando la palabra que me había dado en esa noche de oración, en esa noche de batalla, en esa noche de morir. Entonces escuché el llamado de una mujer que pronunciaba el nombre de mi esposa, era la doctora que había liderado su procedimiento; con voz pausada y mirada serena me dijo lo imaginable para la ciencia: “Todo salió bien, no encontré nada en su esposa”

A veces como cristianos dejamos que nuestro corazón se llene de preocupación, dejamos que nuestra mente se llena de pensamientos que roban nuestra fe y roban nuestra paz, pero Dios a través de su palabra nos dice “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” Filipenses 4:6-7

El tiempo que estamos viviendo es un tiempo peligroso, es un tiempo en el cual el enemigo ha desatado su furia y ha querido cumplir su propósito de robar, matar y destruir, a través de las noticias ha querido sembrar preocupación y temor en el corazón de las personas, pero Dios también quiere cumplir su propósito de dar vida y vida en abundancia en este tiempo, por eso debemos confiar plenamente en él, poner delante de su altar cada petición, cada ruego, cada necesidad sabiendo que Él escucha nuestra oración y como buen padre quiere darnos el fin que anhelamos.

No te preocupes por las circunstancias que estás viviendo, no te afanes por las malas noticias que escuchas a diario, levántate como hijo y heredero de Dios y pídele con confianza, sabiendo que Él va a traer la paz y la respuesta que tú y tu casa necesitan.

TAREA:

Escribe cada una de esas preocupaciones y peticiones que tienes para Dios, luego una por una coloca cada uno de los 7 derramamientos de la sangre de Jesús y declara victoria por cada una. 

Adora a Dios porque es bueno y para siempre es su misericordia.

-Saul y Alba Serrato