Ir al contenido principal

¿Debemos depender de Dios o de nuestras propias fuerzas?




Te quiero enseñar algo:


“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.


Juan 15:5


En este versículo se compara a la vid con Cristo y a nosotros, su pueblo, con los pámpanos; somos llamados a una absoluta dependencia,  así como las ramas dependen para su subsistencia del alimento que la vid le suministra, así debe ser nuestra dependencia en Cristo.


Es inútil que nos esforcemos en construir y hacer nuestras vidas solos, es necesario de aprendamos a depender del Señor, porque Dios es el que da la respuesta, la salida y la victoria a todas nuestras situaciones.


El proceso de aprender a depender de Dios puede ser doloroso, pues Él necesita que desechemos nuestra autosuficiencia y voluntad; el egocentrismo, egoísmo, opiniones propias, intereses particulares, la avaricia, la sabiduría natural, métodos humanos, la religiosidad, entre otros.


Dios como el gran alfarero divino, utiliza el quebrantamiento para ablandar el barro, aunque esta etapa pueda producir temor, creyendo que al entrar en este taller el alfarero nos herirá y no es la verdad. Dios quiere perfeccionarnos, Él es experto moldeando barro, no se equivoca y lo hace llegar a una suavidad perfecta, para que luego con toda la sabiduría y poder restaure por completo nuestras vidas.


La confianza del cristiano no debe estar basada en su capacidad, inteligencia, fuerza de voluntad, educación, posesiones materiales, títulos, etcétera, sino en el tesoro que guarda.


Dios es suficiente para toda necesidad. No hay circunstancia que estemos viviendo que Él no sea capaz de comprender y atender con eficacia. La debilidad humana atrae a Dios como un imán a los metales. Su vocación de alfarero divino, de  constructor de almas, lo impulsa en pos de nosotros, cuando huele la debilidad.


La victoria está asegurada, no por lo que nosotros somos capaces de hacer, sino por lo que Él hará en favor nuestro. Podemos depender enteramente de Dios y poner la mirada en Él y busquémosle con todo nuestro corazón.


Espero hayas llegado hasta este punto, de ser así, te propongo hacer un ejercicio práctico en tu tiempo de oración: Toma cinco minutos para recordarle a Dios tus debilidades, él las conoce muy bien, pero necesita un corazón franco y sencillo, y dile que a pesar de todas ellas, tu confianza está puesta en él, confesar es el primer paso de la fe.


Daniel Ardila


Comentarios

  1. Amen, debemos dejar de ser autosuficientes y colocar absolutamente toda nuestra vida en manos de Dios

    ResponderEliminar
  2. Amén amén q lunda palabra gracuas x ser el puente ese instrumento en manos de Dios para hablar a mi vida justo a mi necesidad

    ResponderEliminar
  3. Declaro que Dios sacará de mí lo MEJOR 💪

    ResponderEliminar
  4. reconocer nuestra debilidad es un acto de humildad frente a Dios!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

VOLVIENDO A LOS BRAZOS DE NUESTRO PADRE DIOS

“Y levantándose, vino a su padre, y cuando aún estaba lejos lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”. (Lucas 15:20) En este capítulo, vemos como el Padre (Dios) por su inmenso amor y misericordia no le importó, ni cuestionó la condición en la que se encontraba este joven perdido, lo más importante para el padre fue su regreso, quien inmediatamente le recibe con sus brazos abiertos y le perdona. (Juan 3:16) nos muestra como Dios por amor a cada uno entregó a su único hijo, para aquel que en él crea “No se pierda”, sino que tenga vida eterna. Lo mismo nos puede suceder a cada uno de nosotros cuándo nos apartamos de nuestro Padre Dios llevando una vida de pecado, alejándonos de Él, pero cuando reconocemos nuestra falta y nos arrepentimos, siempre tenemos en Él su amor y misericordia. Su amor es tan grande que no nos cuestiona, no nos pide explicaciones, por el contrario se regocija de nuestra actitud hacia Él (humildad). Querido L

¿NUESTRO CORAZÓN ES EL ALTAR DE DIOS?

ISAÍAS 29:13-14 “13  Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado; 14  por tanto, he aquí que nuevamente excitare yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso; porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.” Cuando DIOS me dio esta palabra entendí que aun cuando estábamos en la iglesia, en las reuniones, muchas veces sólo asistíamos más por hábito,  que otra cosa, tal vez porque te sentías bien estando en  ese lugar, pero no porque tuvieras  un verdadero deseo en tu corazón de buscar una palabra de parte de DIOS, ya que estando ahí solo te preocupabas de que llegaran tus discípulos o de servir o estar pendiente de lo que te dijera tu líder o pastor o por las preocupaciones del mundo, pero no te preocupabas por adorarlo, por recibir ese mensa

LA IMPORTANCIA DE HUMILLARSE ANTE DIOS

Joel 2:18 Entonces el S EÑOR  mostró amor por su tierra y perdonó a su pueblo (NVI) La palabra del señor nos enseña en el libro de 2ª de Reyes 22 que el Rey Josías gobernó en Jerusalén por 32 años e hizo lo recto delante del señor, pero el pueblo que gobernaba había adorado a otros dioses y no habían cumplido con el libro de la Ley, eso había encendido la ira de Jehová, pero como el Rey Josías había rasgado sus vestiduras y se había humillado delante de  DIOS , él lo había escuchado y le libro de todo el mal que trajo sobre ese pueblo. Así como este Rey se humillo ante  DIOS  y obtuvo respuesta, debemos buscar su rostro, aún más en este tiempo tan difícil que estamos viviendo para obtener su perdón y favor. Quizás hemos permitido el enfriamiento espiritual y no leemos la palabra, no oramos o creemos saber tanto que no necesitamos más, cuando deberíamos guardar nuestro corazón como lo hizo el Rey Josías desde que era un niño de 8 años de edad que determino obedecer a  DIOS. Yo he podido