Hch 2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Hch 2:43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
Hch 2:44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
Hch 2:45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
Hch 2:46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
Hch 2:47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
Este es el estado ideal de la Iglesia, unida de forma indivisible tanto que nadie quiera salir de ella, armoniosa, funcionando como un organismo donde cada uno puede crecer y aportar sin temor, llena de amor verdadero tanto que cada uno ame a su hermano como así mismo y procure el bien de su prójimo sin egoísmo de ninguna clase, un refugio para los rechazados, los solitarios, los menospreciados, un lugar donde todos encuentren apoyo, una comunidad que modele la verdadera Amistad.
Pero esto rara vez es así. Muchas veces está dividida pues muchos buscan sus intereses particulares a costa de sus semejantes y muchos trabajan por sus objetivos personales no tanto como los de Dios. No siempre es armoniosa sino conflictiva, agitada, llena de competencia. A veces le falta amor y le sobra el egoísmo. A veces hay personas que reciben el rechazo y el menosprecio que jamás vieron en sus familias o en el mundo.
Pero la culpa no es de la Iglesia ni tampoco de Dios. Dios es Bueno y nos ama demasiado. La iglesia fue diseñada por Dios como un cuerpo maravilloso, fuerte, flexible, sano y adaptable.
La culpa es de las personas cuando no están verdaderamente rendidas al Espíritu Santo, se resisten a Dios y no le obedecen. Cuando viven de acuerdo a los modelos con que fueron formados en el mundo y no se permiten ser renovados a la imagen de Jesús. Cuando reflejan el carácter de sus hogares y familias, de su sociedad y su cultura en lugar de reflejar el carácter de Cristo. Cuando trabajan por construir su reino personal y no el Reino de Dios.
Es responsabilidad de cada uno que La Iglesia sea perfecta, pues cuando nos rindamos cada día al Señor, y muramos a nosotros mismos dejando todo orgullo, egoísmo y amemos de verdad a Dios y a nuestro prójimo todo cambiará. Solo el Espíritu Santo puede hacer esa transformación en cada uno cuando nos rendimos a Dios y nos fortalecemos en su amor. Entonces vendrá el miagro de la unidad.
-Alex y Leonor Ardila.
Gracias x esa reflexión de mucha enseñanza, si a veces olvidamos lo que realmente Dios nos ha enseñado de amar y servir a otros como él lo hizo
ResponderEliminarAmen. Somos el cuerpo de CRISTO y dependemos los unos de los otros y estoy de acuerdo aveces nos falta tener más unidad y es porque navegamos por propósitos distintos. El espiritu santo nos ayude a remar en su dirección. Gracias Alexito.
ResponderEliminarAmén, poderosa reflexión
ResponderEliminarAsí es... no todos nos disponemos a cambiar, a ayudar, a servir, a apoyar... nuestra naturaleza egoísta nos lleva a remar solo en nuestra propia canoa, sin recordar que el Señor nos invita a ser parte de la tripulación de un solo barco , Su Iglesia, bendiciones Alex y Leo, gracias!
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